Gritas.
El eco escapa
renombrado en cada galería,
en cada vértice de cuevas
que se extienden por la espalda.
Te enderezas
el aire se rompe contra tus uñas.
No queda un paso más por explorar
que la huida
en el centro de la boca.
Te miras en el espejo,
la carcel perfecta
en el fondo de tu mirada.
Una sola esperanza,
nimia, invisible,
de que Ariana sepa hilar su desnudez
desde tu cuerpo.
Despiertas derrotado:
no hay forma
de navegar una estrella
hacia la salida de las pupilas,
no existe un solo hilo
que te rescate de tu rostro:
corno, bufante y minotauro.
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