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Mostrando las entradas de diciembre, 2006

Ciudad azar II

La luna nace de una espalda que se abre, palpita líquida, cae desde el rojo oscurecido para regar las calles. El río nace y huye en la avenida, se vuelve luces, autos balas. A lo largo de este cause nacen humanos en cada esquina. Nadie sabe porque aquí y no en otro sitio. Algunos de ellos evolucionan: aprenden a caminar con las manos. Otros mueren sobre la banqueta: no saben respirar el aire. La luna lo mira todo, se deja caer por el perfil de la ciudad. Llega la sequía al pavimento, hombres y mujeres se levantan desnudos, miran alrededor, inician sus pasos para reconocer camino. Entregados al azar han aprendido cada día a ser otro cuerpo.

Ciudad azar I

Rodeado de paredes sosteniendo al cielo, podría ser que un día encuentres un nombre. Que te definas al paso de una esquina, o cinco cuadras antes o una amante y un primogénito después. Pudiera ser que un día te encuentres a la salida de un bar o al entrar a un templo o al alargar tu sombra en una hogar hecho de dudas. Alguna vez tendrás la oportunidad de tener voz, de mirarte repetido en el espejo, de saberte un lugar en medio de esta colección de calles: vértigo de cuadros en los cuadros de los cuadros. Lo más posible es que un día seas bautizado. Entonces estará tu nombre en una lapida. Te quedarás por siempre entre las piedras sosteniendo al cielo.

Media noche

I La soledad no es esta que me acompaña, si lo fuera, tendría con quien compartir el silencio. II Por pedazos de tu pupila fui en el cielo ruta de trasnoche. Menguante de tus manos caigo de repente en las distancias: Se que salgo de sobra entre la oscuridad que lame tus piernas y el sol que quiere tenderse sobre tus dedos. III Ser coraza de la piel, piedra deslavada, cuello, viento, agua encendida en labios, braza de una sábana, vela palpitante. Solamente nosotros crepitando a media noche. IV Moribunda, horizontal el alma, el cielo se deshace goteando el respiro. Entonces sueñas. V Me masturbo en silencio: no quisiera despertar mi cuerpo. Luce placido en el profundo hueco de las sábanas sin más preocupación que el polvo acumulado. Palpita callado cada pómulo, se conserva algo de calor entre los dedos, hecha raíces, pronto emergerá un falo retoñando. Leñado por un sueño mi cuerpo no sirve de materia prima, es, a lo mucho, residuo seco para arder según caiga la noche.