El miedo a que transcurra al día. Aferrarse con bruzquedad a las manecillas, romperse la piel de los dedos en el cristal de las horas. ¿Cuánto nos espera? La lucha interminable, los enemigos a tu lado, sonriendo. Los autos como una posibilidad de feretro vertiginoso y metalico. El vertigo, siempre el vertigo. La caida. El odio que toma a los sueños por asalto. Verte a ti mismo como asesino, y sonreir al amanecer. Sobretodo, sonreir al amanecer, al recordar la sangre en la memoria. Que ganas de que no llegue mañana. Sin embargo, que necesidad de que transcurra. Salimos de la piel: plateados, rigidos, vacios. Los ojos de oscuridad que son nuestra unica mirada. Pero llegará mañana con sus nuevos ataques, las uñas en la oscuridad, las sombras que son ellos, los otros, los enemigos, los de rostro liquido. No hay opcion al miedo. El tiempo llega y nos destruye. El maldito cristal de los minutos. Yo aferrado a la posibilidad de una latir estatico. Yo lazandome de cabeza contra el aire solido,...
La luna nace de una espalda que se abre, palpita líquida, cae desde el rojo oscurecido para regar las calles. El río nace y huye en la avenida, se vuelve luces, autos balas. A lo largo de este cause nacen humanos en cada esquina. Nadie sabe porque aquí y no en otro sitio. Algunos de ellos evolucionan: aprenden a caminar con las manos. Otros mueren sobre la banqueta: no saben respirar el aire. La luna lo mira todo, se deja caer por el perfil de la ciudad. Llega la sequía al pavimento, hombres y mujeres se levantan desnudos, miran alrededor, inician sus pasos para reconocer camino. Entregados al azar han aprendido cada día a ser otro cuerpo.